viernes, 15 de agosto de 2008

Tiempo


Lo bueno del tiempo es que a pesar de ser preciso es también, y sobre todo, relativo.


Si pienso en que he pasado en Casablanca tres años, me parece que el tiempo ha volado, así, si lo tomo en conjunto. Pero si empiezo a dividir el tiempo, a asociarlo con momentos, con recuerdos, con gente, con lugares... se multiplica y se multiplica...


  • Los viajes en autobús, barco y tren del principio. Ver como cambiaban las dos orillas y como eran las mismas.
  • Un niño que gateaba y que se ha ido en patinete.

  • Las clases. Un grupo de mujeres que eran como las protagonistas de la serie de las chicas de oro, con las que siempre aprendía algo nuevo. Un grupo de niños con los que cada miércoles salía al borde de un ataque de nervios.
  • Muchas noches en la Cigale. Fyruz, special, pannini, cuscus de los viernes. Y la compañía la compañía. Un hamman, y muchas formas de revivirlo.
  • Un hola, hola a las tres y quince. Un placer de tenerse (y de saberse).
  • Un festival de Essaouira. Un hotel con pulgas. Un autobús con historias.
  • Un cuscus a las seis de la mañana para reponerse y sentirse en Casa.

  • Un viaje a Fez a tres.
  • Tajines caseros, siempre iguales, siempre diferentes. El motivo no importa. Borgogne, Maarif, Gothier.
  • Rudani arriba. Rudani abajo.
  • Un aparcacoches los jueves a las 14.50.
  • Desayunos para uno, para dos y para tres.
  • Camping y cascadas. Arroz blanco y cama.

(...)



Bueno, la lista es larga y el tiempo es corto (aunque sea relativo).

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