domingo, 21 de octubre de 2007

Lluvia y alfombras

Hoy os voy a contar una imagen que me ha llamado mucho la atención esta mañana. Por si no lo sabéis es Ramadam y todo cambia. El ritmo, el humor y la rutina se alteran en todos los sentidos (y no siempre en los más positivos). El día parece alargarse y volverse lento. Los restaurantes, los cafés, las zumerías... todos los sitios que venden comida o bebidas están cerrados durante el dia. Así,que yo me siento un poco perdida, por esta afición casi genética a desayunar y tomar café fuera. El año pasado el café al que siempre voy estaba abierto, así que aunque fuera en ese microespacio el ritmo no cambió. Pero este año está cerrado, pero bueno,después de buscar hemos encontrado un café abierto cerca de una mezquita. Ahora Antonio y yo nos hemos hecho un bono sin límite de horas, vamos, que ahora casi formamos parte de la decoración del café.
Pero, en Ramadam hay muchos otros cambios en el día adía. Por ejemplo, la llamada a la oración se hace oír más en la ciudad y la respuesta a la llamada es más numerosa, sobre todo los viernes. Yo lo veo porque muy cerca de mi casa hay una mezquita y delante de ella un parque, pues todos los días al medio día, pero sobretodo los viernes, ese parque se llena completamente de gente que hace la oración allí porque no tiene sitio dentro. Es precisamente de este parque del que os quiero hablar.Esta mañana estaba en el café que os decía sentada al lado de la ventana (versión casablanquesa del MistouraGoleor) y un reguero de hombres empezó a acudir a la llamada de la oración. Me quedé un buen rato mirando desde ese lugar resguardado y pensaba en el poder que siguen teniendo las religiones hoy en día (y no sólo en los países árabes). Los hombres llegaban y llegaban. Estudiantes, aparcacoches, dependientes de las tiendas del barrio, hombres enchaquetados... de todos los gustos y colores. (Hasta si no fuera por todo lo que pienso de las religiones, se podría decir que en esa llamada a la oración hubiera un poder igualitario) Todos estos hombres venían con sus alfombras debajo del brazo, o con un cartón que cumple la misma función. La oración empezó. De pronto, esta aparente normalidad de la mediodía de los viernes se vio interrumpida por una lluvia intensa que no dejó indiferente ni seco a nadie. Bueno, a casinadie, todos esos hombres que formaban una mole de rezos en el parque enfrente de la mezquita siguieron inmunes al chaparrón que estaba cayendo. Todos se pusieron sus alfombras o cartones en la cabeza y el rezó siguió. Era una imagen muy peculiar cientos de alfombras en la cabeza mientras caía la primera lluviade la temporada. La lluvia duró y duró, el rezo siguió y siguió.La lluvia siguió y nadie se movió, así que digo yo quetodos habrán ganado el cielo (además de un catarro).
Claro, que si todos los dioses son tan amantísimos, para qué te piden tanto sacrificio y tan poco gozo.Pero, esto es solo un pensamiento personal, porsupuesto.

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